miércoles, 15 de noviembre de 2017

DEMASIADO HABITUAL



En algún momento, la prensa se ha hecho eco de algún altercado especialmente grave pero he esperado a comentar el tema cuando no hubiera este eco mediático para no dar la sensación de que se trata de una cuestión puntual. Lamentablemente, es algo mucho más habitual de lo deseable: niños y niñas que juegan al fútbol y algunos padres que se comportan en estos partidos (que no lo olvidemos: son actividades formativas) como lo hacen algunos aficionados en partidos de adultos: se desahogan insultando al árbitro y a los rivales. Hay incidentes graves pero, en muchas de estas actividades formativas, hay actitudes persistentes que no trascienden pero que no son admisibles. Seguramente tampoco lo son en el fútbol adulto pero mucho menos cuando los que juegan son niños o niñas. Algunas federaciones territoriales de fútbol han puesto en marcha campañas, desde hace años, para incitar al juego limpio, al respeto y al rechazo de la intolerancia y del racismo. Algunas de estas campañas han tenido más éxito que otras.

Hasta la categoría cadete, los problemas de violencia no están en el campo, sino en la grada. Esto se da especialmente en el fútbol porque es el deporte mayoritario pero refleja la competitividad de nuestra sociedad y la sobreprotección de los hijos. Que esta situación se haya dado siempre no es motivo para tolerarla. El fútbol alevín e infantil es algo muy habitual y, por tanto, una actividad con notable incidencia en la formación de la infancia. Todos los esfuerzos para evitar proporcionar modelos de conducta como los que comento son loables pero el esfuerzo principal debería ir encaminado a no aceptar como normal e inevitable una situación educativa que contradice valores esenciales para conseguir una sociedad más convivencial.

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