martes, 22 de enero de 2013

EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA

Ayer empezó una nueva semana. De madrugada acompañé a mi hija al aeropuerto: forma parte de la generación que, una vez hemos invertido en su formación, ha tenido que buscar trabajo fuera. Hemos vuelto a los años de la emigración, aunque ahora emigran personas con alta preparación. Una cosa es la Europa de la movilidad y otra, muy distinta, tener que marchar por imperiosa necesidad.

Cuando he llegado al campus universitario, he tenido que pasar por el aula donde se había anunciado que se realizaría el examen de la asignatura… pura burocracia, puesto que mi alumnado tenía que colgar el análisis de un caso en el campus virtual. Evidentemente en el aula no había nadie.

Ya en el departamento, he gestionado algunas cuestiones de un proyecto de formación que nos ha encargado la Diputación de Barcelona con las tres profesoras con las que constituyo el equipo de este proyecto. Mientras, me he tomado un café de la máquina que me instalé en el despacho… casi no puedo vivir sin café… supongo que sólo casi.

He comido con otros profesores y profesoras en el autoservicio del campus, con una relación calidad – precio muy mala, pero en este campus estamos aislados y tenemos pocas opciones más. Cada día más profesorado se lleva la fiambrera. El alumnado ya hace tiempo que lo hace o coge la opción del bocadillo.

Por la tarde, hemos tenido reunión del grupo de Educación Secundaria que estamos impulsando desde nuestro grupo de investigación. De momento nos hemos dedicado a analizar el proyecto del ministro de educación español. Un proyecto lamentable.

Mientras me dirigía hacia casa, pasando por la tienda donde comprar comida para mi perra, pensaba que cada día encuentro más personas que comentan que hay que buscar un poco de optimismo en nuestra manera de ver la vida. Estoy de acuerdo. Es una cuestión de supervivencia mental.

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