La escuela y otras entidades
educativas educan con lo que dicen pero, sobre todo, con lo que hacen. En este
sentido, muchos centros educativos contribuyen a mantener vivas algunas
tradiciones de la cultura popular que cada vez se ven más arrinconadas por
sustitutos globalizados. Estos días tenemos un ejemplo con la fiesta de la Castañada
del 31 de octubre / 1 de noviembre. Se trata de una fiesta popular propia de
Cataluña, Aragón, Valencia y las Islas Baleares. Por estas fechas, en varios
lugares del norte de España se celebra la fiesta del Magosto, en
Canarias La Noche de los Finaos, en Extremadura la Chaquetía o en
el País Vasco el Gaztainerre. Todas ellas giran alrededor de la comida
de castañas y otros frutos del otoño, mientras en las calles han aparecido las
paradas de castañeras y castañeros. Son las fiestas de otoño, cuando se acerca
el frío, los días se hacen más cortos y la naturaleza entra en una época de
muerte aparente, mientras se recuerdan las personas fallecidas.
Desde
hace unos años, estas fiestas tienen que convivir con Halloween, una
festividad propia de los países anglosajones que ya ha tomado carta de
naturaleza en nuestro país. Esta irrupción de tradiciones provenientes de otros
lugares es bueno que pueda convivir con las tradiciones propias para no perder
nuestras raíces. Para que esta convivencia sea posible se requiere una cierta
militancia porque la tendencia es que las diferentes partes del mundo cada vez
se parezcan más, también en las costumbres y las celebraciones festivas. No
debemos olvidar que las comunidades toman consistencia gracias a lo que les es
propio. Y tampoco podemos dejar de lado que el desarrollo comunitario es clave
para el empoderamiento y la socialización comprometida con la mejora de la
sociedad, empezando por el propio territorio.
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