Trabajo en un campus rodeado de espacios verdes y con muy buenas vistas sobre Barcelona y la sierra de Collserola. Es agradable poder hacer alguna breve pausa en la tarea de despacho y dar un vistazo al exterior o llegarse hasta el claustro interior por los pasillos desiertos.
Lástima que en estos años de crisis se haya degradado tanto: suciedad, grafitis, colillas y deterioros diversos. Esta situación se debe en parte a falta de limpieza y mantenimiento pero también a unos hábitos y unas actitudes por parte de los habitantes del campus que deberían preocuparnos, aún más si cabe cuando somos formadores que pretendemos preparar a futuros educadores y educadoras. Lo que sucede es un reflejo de los valores socialmente predominantes pero sorprende en estudiantes de educación. Al menos, a algunos nos sorprende... y nos preocupa.
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