No podía dejar
de referirme a lo que es el gran tema desde hace días: el coronavirus (Covid
19). Es una cuestión omnipresente en los medios de comunicación pero también en
nuestras relaciones sociales y en nuestro día a día. Según un comunicado de la Federación
de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública de España, esta infección "está
siendo magnificada por los medios de comunicación", cuando lo más
previsible es que su incidencia no suponga un problema mayor de salud que la
epidemia de gripe estacional. El
alarmismo es, como mínimo, tan peligroso como puede serlo una epidemia que, ciertamente,
supone muchos interrogantes porque es nueva y se desconoce el origen del brote.
De todas maneras, existe una contradicción evidente entre los mensajes de
los responsables sanitarios que pretenden ser tranquilizadores y las medidas de
aislamiento impuestas a los casos detectados y a sus contactos identificados.
No hay duda de que
las instituciones educativas tienen que abordar este tema: no pueden obviarlo
porque hacerlo sería pretender vivir al margen de la realidad pero, además, tienen
una responsabilidad educativa. La preocupación social por el coronavirus tiene
distintas vertientes: enfrentarse a la incerteza, el papel de los medios de
comunicación, las epidemias en una sociedad globalizada, la divulgación de
falsedades y sus consecuencias (el caso del agotamiento de los stocks de
mascarillas e incluso de su robo, por ejemplo), las repercusiones económicas de
la crisis, las recomendaciones sanitarias (lavarse a menudo las manos, por
ejemplo) o la aparición del humor en las redes. Toda esta complejidad e
interrelación de aspectos debe abordarse en la escuela y en otras instituciones
educativas. No se trata de transmitir un mensaje a educandos y educandas sino
de enseñarles a analizar y a comprender la realidad y favorecer el desarrollo
de su capacidad crítica.
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