Como abuelo,
estoy viviendo la inquietud de unos padres que deben matricular por primera vez
a su hija en una escuela, en la clase de P3 (primer curso del segundo ciclo de
Educación Infantil). La primera dificultad fue decidir qué escuelas se solicitarían
(hasta 10, ordenadas) en el proceso de preinscripción, teniendo en cuenta la
oferta de la zona donde residen. Después había que esperar el sorteo para ver
si había suerte con la escuela solicitada en primer lugar, teniendo en cuenta
que la demanda es más alta que la disponibilidad de plazas. Si no hay suerte,
entonces hay que esperar a ver cuál es la escuela adjudicada desde la
Administración. Días de inquietudes porque, claro, los padres quieren la mejor
opción posible para su hija. En medio de este proceso, empieza otro para
preinscribir a la hermana pequeña, en este caso en la guardería o jardín de
infancia, con el agravante de que la oferta pública en este tramo de edad es
bastante reducida.
Acertar con la
escuela es importante porque la niña se pasará en ella muchas horas
aprendiendo. Y, por supuesto, se trata de que aprenda bien y con un modelo de
sociedad y de persona compartidos con los padres y, además, que la vivencia
escolar sea una vivencia feliz. Es cierto que la relación con
los padres pesará mucho pero si la escuela ayuda, mucho mejor. También es
cierto que, a la hora de la verdad, influirá mucho la maestra o el maestro concreto que
tenga pero una escuela con un buen proyecto y un buen trabajo en equipo docente
da más garantías. Esto de hacer de padres provoca bastantes inquietudes. Los
abuelos quizás lo vemos con una perspectiva que nos ayuda a relativizar un
poco, especialmente si somos del mundo de la educación, como es el caso... pero
a ver si hay suerte.
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