Ya hemos llegado a
aquellos días en que el comentario más oído entre el profesorado universitario
con quien me encuentro en el departamento es: ¡tengo un montón de trabajos para
corregir! Aunque
hagas evaluación continuada, las evidencias al final de la secuencia educativa
son muy importantes para poder hacer un juicio de valor sobre el grado de
aprendizaje del estudiante. Comparto
con muchos compañeros y compañeras la sensación de que estas correcciones son
de las tareas menos gratificantes que tenemos los y las docentes. Supongo
que es por la cantidad de trabajos a revisar pero también por la sensación de
que -a diferencia de la evaluación formativa y formadora a lo largo del curso-
esta evaluación acreditativa ayuda poco al proceso de aprendizaje del estudiante.
Se
certifican unos resultados y poco más.
De todos modos, no creo que esta situación pueda mejorar mucho si realmente nos
creemos que el aprendizaje es un proceso, que hay que ir recorriéndolo paso a
paso, llegando a metas sucesivas y que este aprendizaje se muestra con
evidencias de evaluación, durante el proceso y cuando éste llega a una de sus
metas. Y,
por supuesto, todo esto se debe combinar con nuestra responsabilidad de
certificar el aprendizaje realizado. Podríamos
hacer exámenes tipo test pero no es eso compañeros, no es eso.
Bueno,
no me alargo más que todavía tengo un montón de trabajos para revisar.
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