Sigo
desgranando temas para mejorar una enseñanza universitaria (la entrada anterior
de esta temática es del 13 de marzo del 2019) abordando la cuestión del
aprendizaje profundo y del aprendizaje superficial. Los estudiantes utilizan
diferentes tipos de aprendizaje según el grado de significación y sentido de
este. Los dos extremos son el profundo (encarado a aprender) y el superficial
(encarado a obtener una calificación suficiente). También hay quien habla de
aprendizaje estratégico que entiendo como una variante del superficial.
Asimismo, hay varios tipos de docente: el "divo" (todo gira a su
alrededor) que hace su explicación y deja el aprendizaje como una
responsabilidad exclusiva de los estudiantes, el que se preocupa por
"hacerlo bien" (buenas explicaciones, selección de buenos recursos...)
y el que prioriza "ayudar" a los estudiantes para que aprendan más y
mejor. Para incrementar el porcentaje de estudiantes que optan por un
aprendizaje profundo es clave la coherencia y la visibilidad de la relación
entre objetivos y evaluación y ayuda cuando el o la docente es de la tercera
tipología.
En el análisis
de la titulación específica que desencadenó tratar de estas temáticas, resalté
como punto fuerte que, en muchas asignaturas, hay coherencia entre las intenciones
formativas, la evaluación y la metodología y esta, como se ha dicho, es una
cuestión central... y no siempre fácil. Como aspectos a mejorar, en algunas
asignaturas no parece que haya esta coherencia; hay que plantearse a fondo
(mejor en equipo docente) como compaginar un modelo docente preocupado por
ayudar al estudiante en su proceso de aprendizaje y no encontrarse desbordado
por la cantidad de alumnado; y también hay que trabajar sobre cómo afrontar
didácticamente el aprendizaje superficial y como favorecer su transformación
hacia un aprendizaje profundo. En esta línea, en la ponencia propuse empezar
por analizar si es posible algún cambio estructural para favorecer el
aprendizaje profundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario