En una
entrada anterior de este blog (13 de febrero de 2019) hacía referencia a una
conferencia sobre algunos temas clave (en mi opinión) para mejorar una titulación
universitaria y avanzaba que los iría tratando en entradas sucesivas. Vamos,
pues. El primer tema que apunté fue Formar en competencias. Todas las
enseñanzas universitarias actuales se basan en unas competencias que -se
supone- deben ser el referente básico de la formación. Las competencias conllevan
la movilización e integración de conocimientos, procedimientos, actitudes...
para enfrentarse eficientemente a situaciones específicas. Un error habitual es
confundir las habilidades con las competencias. Ser competente implica tener
habilidades pero también conocimientos conceptuales y valores. La movilización
debe ser pertinente en una situación concreta y es por eso que hay que
determinar familias de situaciones propias de la práctica profesional en las
que poder practicar la competencia. Ejercer la competencia requiere realizar
operaciones mentales complejas para elegir y realizar la mejor opción ante la
situación concreta; por tanto: cuanto más profundos y reflexionados sean los
conocimientos, más facilidades para realizar este tipo de operaciones mentales.
Es en este sentido que un enfoque competencial requiere un aprendizaje
profundo.
En el análisis
que hice de una titulación concreta, destacaba como puntos fuertes la
realización de encuentros y jornadas del profesorado para poner en común qué competencias
se trabajan en cada asignatura y revisar si habría que hacer modificaciones.
Sólo con estas puestas en común es posible avanzar en un enfoque competencial
porque desarrollar competencias requiere de un trabajo docente coordinado.
Destacaba también que el número de competencias era ajustado (2,7 de
específicas y 1,9 de transversales por asignatura, como promedio); el número
excesivo de competencias dificulta su enseñanza y aprendizaje. También valoraba
como positivo una distribución bastante equilibrada de las competencias
transversales entre las asignaturas, otra cuestión clave. La relación coherente
entre competencias, objetivos que las concretan y contenidos de aprendizaje no
suele ser una cuestión fácil; esta alienación es indispensable. En lo que se
refiere a la evaluación, hay que tener presente que hay que evaluar, por una
parte, la consecución de los contenidos (conceptos, procedimientos, actitudes)
porque sin un buen aprendizaje de los contenidos no hay posibilidades de una
buena movilización e integración. Por otra parte, hay que evaluar cómo se
realiza esta movilización e integración en situaciones específicas propias de
la práctica profesional (casos, simulaciones, proyectos, resolución de problemas...).
Avanzar en un enfoque competencial requiere analizar dónde estamos en esta
cuestión y preguntarnos en equipo docente como podemos ir dando pasos para
mejorar. Paso a paso, pero no podemos renunciar a plantearnos esta cuestión
clave que debería ser un referente básico para la docencia.
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