En Cataluña, desde hace un par de semanas, estamos
viviendo una ola de calor, con temperaturas que han llegado hasta los 40 grados
en algunos lugares. Todo
el mundo mira de aguantarlo de la mejor manera que puede y suerte tenemos de
los aires acondicionados. Pero de
aire acondicionado en las aulas no suele haber. En
el debate casi permanente sobre las vacaciones escolares y sobre si el curso
debería terminar más tarde y empezar antes (para que las vacaciones de verano
fueran más cortas) la cuestión climatológica es un condicionante para tomar una
u otra decisión. Ahora,
sin embargo, el curso no ha terminado y hace mucho, mucho, calor. Se
están produciendo golpes de calor que han afectado a niños y docentes. En
estas circunstancias es imposible hacer una clase normal, hay que alargar los
patios, remojar a los niños con mangueras y vaporizadores, darles agua, pedir a
las familias que no se olviden de las gorras y de las cremas de protección solar
...
En las escuelas hay una sensación estresante
por la situción. Aunque
no es fácil saber muy bien qué hacer, quizás desde la Administración se podría
tomar alguna decisión, más allá de decir que es una situación pasajera ...
quizás se quiere decir: pasajera hasta que llegue el día de fin de curso.
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