Hace unos meses,
la prensa se hacía eco de un dato: en la Universidad de Barcelona, el 77% del
Personal Docente e Investigador Permanente tiene más de 50 años y sólo un 2% no
llega a los 40. En mi Departamento, el próximo curso seremos unos 25 profesores
con dedicación a tiempo completo y alrededor de unos 75 a tiempo parcial.
Aunque se van jubilando docentes, las plazas que dejan libres sólo se suele
autorizar cubrirlas con más profesorado contratado a tiempo parcial (profesores
que tienen su trabajo principal fuera de la Universidad). Evidentemente, por
parte de los responsables de la Universidad hay plena conciencia de cuál es el
estado de la cuestión (especialmente grave en la Facultad de Educación) pero no
parece que nadie lo remedie. Es más, cada año la situación se agrava. De seguir
este ritmo -que ya lleva años- dentro de dos o tres cursos, en mi Departamento, podemos estar con un
15% de profesorado a tiempo completo. Las repercusiones de esta situación son
muy graves puesto que el profesorado que trabaja en otro trabajo, aunque tenga
muy buena voluntad, tiene dificultades para reunirse, coordinarse, ser flexible
para atender a los estudiantes y esto dificulta la calidad de la docencia y la
gestión del día a día (el profesorado a tiempo completo se debe multiplicar para
asistir a comisiones, tribunales y otras entidades y organismos de gestión).
Se ha llegado a una situación en la que ya somos muchos los que interpretamos que lo qué está pasando es un ataque a la actual Universidad Pública. En nuestro sentimiento de abatimiento por lo que está sucediendo nos sentimos impotentes mientras vemos que "se están cargando la Universidad como servicio público".
Se ha llegado a una situación en la que ya somos muchos los que interpretamos que lo qué está pasando es un ataque a la actual Universidad Pública. En nuestro sentimiento de abatimiento por lo que está sucediendo nos sentimos impotentes mientras vemos que "se están cargando la Universidad como servicio público".
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