El miércoles, la radio que acompaña mis primeras horas de cada
jornada, aquellas horas que no sabes a ciencia cierta si estás despierto o
dormido, informaba de que el alumnado español nuevamente ha obtenido malos
resultados en un informe PISA, en esta ocasión en pruebas de habilidades
prácticas. Pienso que, sin descartar el interés de estos estudios, es fácil
caer en esquematismos y en la búsqueda de causas y de culpables que simplifican
en alto grado una realidad muy compleja.
El día siguiente envío dos correos electrónicos a Chile, a dos
doctorandas a quienes dirijo la tesis, en solidaridad con las consecuencias de
los terremotos que están sufriendo en el norte del país. En nuestra Facultad,
empiezan a desatarse nervios y angustias ante la inestabilidad del profesorado
que, un curso más, no sabe si va a poder seguir en la Universidad. Por la
tarde, trabajo en casa, lo que me permite ponerme un poco al día con las
lecturas pendientes.
El viernes tenemos reunión de la comisión permanente del comité
científico del CIDUI, el Congreso de docencia universitaria e innovación del
próximo julio. También aquí hemos vivido la desidia que, en ocasiones, aparece
en la Universidad: el último día del plazo para que los revisores enviaran sus
informes sobre las comunicaciones, algunos -unos cuantos- resulta que no habían
hecho ni harían ninguna revisión. Evidentemente son una minoría pero aún no
salgo de mi asombro.
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