El lunes, después de la clase
que termino a las 10,30h., me desplacé a la Facultad de Biblioteconomía y Documentación donde
suele reunirse el Grupo transversal de innovación docente sobre aprendizaje
autónomo (TRANS.EDU), que coordino. Es un grupo muy interesante porque está
constituido por ocho profesoras y profesoras de ocho facultades distintas de
nuestra Universidad (además de Biblioteconomía y Documentación, Biología, Derecho,
Economía y Empresa, Farmacia, Física, Medicina y Pedagogía) que llevamos algunos
años trabajando sobre la evaluación continuada. El intercambio es muy
enriquecedor por la diversidad de titulaciones y por la calidad profesional y
humana de sus componentes. En la reunión acordamos presentar conjuntamente
con una parte del grupo de investigación sobre Entornos y Materiales para el
Aprendizaje (EMA), del que formo parte, la solicitud de una ayuda para
innovar e investigar sobre casos en red para la formación.
El jueves fue un día especial
para nuestra pequeña historia: se reunieron conjuntamente las juntas de la Facultad de Formación del
Profesorado y de la Facultad
de Pedagogía para decidir el nombre de la nueva facultad que nacerá de la
fusión de las dos. Ya tenemos nombre: Facultad de Educación. Estuvo bien pero,
siendo la primera vez que se reunían las dos juntas, lo encontré excesivamente
formal. Me falto un momento para festejar esta primera reunión, para oír
algunos comentarios sobre su significado. Era una buena oportunidad para
comunicarnos, más allá de votar un nombre.
El viernes, después de una
lucha titánica con el aplicativo informático correspondiente, conseguí enviar
la solicitud para el proyecto sobre casos. Este mismo día envié para su
publicación el libro sobre buenas prácticas de evaluación continuada que hemos
realizado en el TRANS.EDU. Una jornada productiva.
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