Me parece que, en
conjunto, es una aportación interesante pero cuando lo leía no podía evitar
pensar en el desánimo que, estos días, capto en mi entorno profesional y en las
dificultades de todo tipo para avanzar hacia una Universidad que forme mejor a
sus estudiantes. En muchas ocasiones da la sensación de que sólo la fuerza de
voluntad del profesorado -de una parte del profesorado- y su testarudez para no
renunciar al reto de ayudar al alumnado, de revisar la propia práctica para
mejorarla, de colaborar con otros docentes... es la que hace posible seguir
avanzado o, como mínimo, no retroceder excesivamente.
El profesorado es una pieza esencial y es por ello que me entristece y me irrita -que las dos cosas son compaginables- como se le está tratando en el contexto de la crisis actual. Los discursos grandilocuentes sobre la importancia de las personas en la Universidad a menudo chocan frontalmente con las políticas reales que se aplican. Si el profesorado, cada vez más maltratado, abandona, entonces estamos perdidos. Y no sólo es un problema de la enseñanza superior.
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