El torneo, celebrado en Argentina, era el Festival
Mundial de Mini-Baloncesto, que desde el año 2010 impulsa la Federación
Internacional de Baloncesto "para dar oportunidades de desarrollo a la
población infantil de zonas pobres de la región".
Uno de los entrenadores ha comentado que los niños
de este equipo (conocidos como "los ratones descalzos de
México") aunque reciben unas
zapatillas cuando ingresan en el equipo, muchos de ellos juegan descalzos
porque, para ellos, es normal no tener zapatos. También subraya que, desde sus
impulsores, el baloncesto se ve como una oportunidad: "los pequeños
(actualmente 35 niños y 5 niñas) deben tener buenas notas y hablar su lengua
nativa".
La noticia nos recuerda el potencial de las
actividades deportivas para el trabajo y la educación social con infancia
desfavorecida y en situación de riesgo social. En nuestro entorno se
desarrollan diversas experiencias en esta línea que ayudan a mejorar la
situación de la parte más desfavorecida de la población. Aprovechar el eco
social y mediático del deporte -en nuestras latitudes especialmente el futbol-
para la intervención socioeducativa se ha mostrado como un recurso educativo
potente y es una manera muy distinta de concebir el juego deportivo en equipo,
con valores y potencialidades profundamente alejados de los que a menudo vemos
en ciertos deportes profesionales muy mediáticos.
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