A
menudo nos encontramos con dilemas éticos. A raíz de la noticia anterior, uno
se cuestiona sobre cual tiene que ser la conducta correcta: denunciar o no
denunciar. Aún más cuando parece que algunas Administraciones están impulsando
la cultura de la denuncia por parte de particulares a conductas de otros
particulares.
A
mí, esta cultura me parece extremadamente peligrosa. Basta con dar una ojeada a
la historia reciente para darnos cuenta de las graves e injustas situaciones a
que puede conducir la denuncia. En nuestro contexto, lo que sucedió después de
la Guerra Civil en este sentido provoca escalofríos.
Una
sociedad donde se instaure la denuncia entre particulares, donde las cámaras de
vídeo están gravando imágenes tuyas sin que seas consciente de ello, donde te
debes someter a controles humillantes para viajar en avión o para entrar en
ciertas dependencias... es una sociedad enferma, en la que se ha instaurado la
cultura del miedo y de la desconfianza. También la historia nos enseña que esta
cultura puede llevar a abusos por parte de quien tiene el poder y que puede
poner en peligro la frágil democracia que tenemos.
El
dilema libertad o seguridad nos obliga a pensar qué sociedad queremos. Todo esto afecta a la educación porqué
estamos educando teniendo como referencia un modelo de sociedad y un modelo de
persona. Estos modelos pueden ser más o menos reflexivos, pero detrás de la
acción educativa siempre hay modelos. Alguien los tiene claros. Nuestra
responsabilidad como educadores y educadoras nos obliga a pensar qué modelos
tomamos como referencia. El dilema citado tiene que ser una de las piezas clave
en esta reflexión.
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