El estado
anímico, con la pandemia, va arriba y abajo. Ahora lo tengo bastante subido y
seguro que algo tiene que ver que me estoy recuperando, poco a poco, de la
ciática que me dificulta caminar. La subida anímica también se debe a que vamos
entrando en fases sucesivas hacia una "nueva normalidad" a raíz de la
disminución del impacto contagioso del coronavirus. Sin que el momento sea para
la euforia nos podemos agarrar a sensaciones positivas, como la perspectiva de
una vacuna elaborada por la farmacéutica estadounidense Moderna, el acuerdo
franco-alemán de un fondo para la reconstrucción de Europa de medio billón de
euros y, por supuesto, a una disminución muy grande, en España, de los nuevos
contagios y de las defunciones (aunque, lamentablemente, todavía hay). No todo
son buenas sensaciones (crispación política, contradicciones en las
directrices, peligro de una segunda ola de infecciones el próximo otoño o en invierno...)
pero me quiero quedar con el vaso medio lleno. Ya digo que son sensaciones porque
no se puede evitar la percepción de que no nos llega toda la información...
espero que, al menos, a quienes deben tomar las decisiones sí que les llegue.
Este camino
hacia el reencuentro con muchas pequeñas cosas que habíamos perdido durante el
confinamiento total, es un buen momento para mirar atrás, hacia estos dos meses
y medio que muchos hemos pasado encerrados en casa. Ha habido angustia,
inseguridad, desconfianza... pero también muchas cosas buenas (las acciones de
muchos profesionales que han hecho más de lo que se podía hacer y de muchas
personas voluntarias o la responsabilidad social de la gran mayoría de la
población, por ejemplo). En el ámbito más estrictamente personal, me ha gustado
mucho recibir algunos mensajes interesándose por si estaba bien de, por
ejemplo, doctoras de Chile y de Ecuador a quienes, en su momento, dirigí la
tesis doctoral. Los momentos malos son también oportunidades para el
reencuentro.
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