La ventaja de los que nos
dedicamos a profesiones como la docencia universitaria es que tenemos un
trabajo muy flexible: irregular en la dedicación y con posibilidades de
trabajar parcialmente también desde casa, si queremos. Claro
que, como ocurre a menudo en muchas facetas de la vida, esta ventaja también
puede convertirse en un inconveniente: puedes estar trabajando a horas
intempestivas y en días que están pensados para desconectar.
Esta situación se ha hecho cotidiana gracias a las posibilidades –y a los inconvenientes- que ofrecen las tecnologías digitales. Es por eso que es recomendable dedicar unos días de las vacaciones -al menos unos días- a hacer "dieta digital" (término de una columna de Mayte Rius en La Vanguardia del pasado 4 de agosto). La idea me parece sugerente y tiene posibilidades diversas (como las dietas alimenticias): "desconectar el móvil (o sólo los datos) durante un día y ver qué pasa. O dejarlo en un cajón un par de jornadas. (...) Desactivar las notificaciones y dejar el móvil en silencio (...). No llevar el móvil siempre encima".
Yo desconecté digitalmente durante 8 días, aprovechando que estaba en un pueblo del Pirineo catalán. Es sano y me resulta gratificante, aunque sólo sean 8 días. De todos modos, la idea de la "dieta digital" no estaría mal también aplicarla durante el curso, a partir de ciertas horas y en algunos de los días pensados para actividades no laborales. Lo podríamos poner en el bote de las buenas intenciones ahora que empezamos un nuevo curso.
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