He estado leyendo con calma el informe de la UNESCO Replantear la educación. ¿Hacia un bien común
mundial?, hecho público el año pasado. Tras los influyentes
informes Aprender a ser. La
educación del futuro (1972) y La
educación encierra un tesoro (1996), el informe de 2015 pretende apuntar
cuáles deberían ser las nuevas prioridades en materia educativa atendiendo a
los cambios que se están
produciendo en el mundo. El
nuevo informe muestra una gran sensibilidad por el papel que puede jugar la
educación ante cuestiones como el desarrollo sostenible y apuesta por una
visión humanista de la educación y por la necesidad de formular políticas
educativas que tengan en cuenta la complejidad del mundo actual.
El informe propone muchas cuestiones para pensar -tal como sugiere su título- y, entre ellas, los riesgos de algunas situaciones que se están dando actualmente. Quiero hacer mención a una realidad que la UNESCO detecta y que nos preocupa a muchos: el "discurso actual expresado en términos de aprendizaje se centra básicamente en los resultados de los procesos educativos y tiende a olvidar el proceso de aprendizaje ". A menudo, la calidad en educación, se liga a los resultados en pruebas que sólo miden los outputs (informes PISA, Espacio Europeo de Educación Superior ...).
Tal como se dice en el informe, se "tiende así a pasar por alto un
espectro mucho más amplio de resultados del aprendizaje, que abarca el conocimiento,
las competencias, los valores y las actitudes que cabe considerar importantes
para el desarrollo del individuo y la sociedad" y se ignoran "partiendo
de la base de que no son fácilmente mesurables". Debemos
reivindicar que el proceso educativo es mucho más rico que sus resultados, dado
que las características de la educación hacen que los resultados sólo puedan
ser un indicador parcial de lo que realmente ha sucediendo en el aprendizaje. Un indicador importante
pero no suficiente. Es
alentador que la UNESCO lo recoja en su informe.
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