Las
carreras universitarias podrán ser de tres años y los másters de dos. Cuando en
su momento el gobierno del PP optó por grados de cuatro años y másters de uno
fuimos muchos los que no lo entendimos, puesto que era un modelo distinto del
imperante en el resto de Europa. Ahora
se pretende rectificar… a medias.
La
opción. en si misma. puede ser acertada pero hay, como mínimo, tres problemas
graves.
La
reforma abre la puerta a que los actuales grados de cuatro años pasen a tres,
pero deja la decisión en manos de cada universidad. Según esto, una misma
carrera tendrá una duración en unas universidades y una duración distinta en
otras. No parece muy coherente y puede ocasionar una competencia extraña en
función de la oferta de cada institución.
En
segundo lugar, las instituciones educativas necesitarían que, después de una
reforma, se dispusiera de tiempo suficiente para consolidarla. Con el cambio
propuesto se puede volver a entrar en una fase de inestabilidad en la docencia
y se puede instaurar la sensación de provisionalidad permanente y de falta de
tiempo para dedicarse a enseñar. Volver a diseñar planes de estudio –algo que
siempre crea tensiones y dificultades – volverá a ocupar el tiempo de los
docentes. De nuevo.
Por
último, pero no por ello menos importante, hay un tema económico preocupante.
Hoy en día, en la situación de crisis en la que nos encontramos, cursar un
máster se ha convertido en un valor importante para tener más y mejores
posibilidades profesionales. La matrícula de un máster es bastante más elevada
que la de un grado, por lo que la reforma encarece la formación. El tema
económico se está convirtiendo en una cuestión muy relevante para posibilitar
el acceso y la continuidad de los estudios universitarios. Con la reforma, esta
situación se va a agudizar.
Volver
atrás quizás sea inevitable pero las consecuencias pueden ser preocupantes si
se hace con el estilo y los parámetros que están caracterizando las decisiones
del actual gobierno.
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