Vivimos
en (dentro) un entorno tecnológico en el que cada momento estamos
proporcionando datos que alguien aprovechará. Lo
hacemos constantemente al navegar por Internet pero también cuando pagamos con
una tarjeta de crédito, por ejemplo. Todas
las informaciones y aplicaciones gratuitas tienen como contrapartida que
estamos regalando datos, sin ningún control por parte nuestra. En
un artículo reciente en La Vanguardia (29-30 de marzo de 2018) Carles Mundó se
hace eco de un estudio del psicólogo y experto en big data Michal
Kosinski que concluye que del "análisis de sesenta y ocho me gusta en
Facebok
podía determinar con un porcentaje de acierto que ronda el noventa por ciento
cuál era el color de la piel del usuario, sus afinidades políticas, su
orientación sexual o saber si sus padres estaban divorciados". Ahora
ha saltado la noticia de que una empresa de datos vinculada a la campaña de
Donald Trump en las elecciones del 2016 recopiló información privada de más de
50 millones de perfiles de Facebook sin que los usuarios lo supieran; no debería
sorprendernos.
No es nada nuevo; muchas voces han advertido sobre esta situación pero lo cierto es que nadie parece hacer nada eficaz para evitarlo; se considera como un imponderable del mundo actual. No somos conscientes de que estamos dando información para que alguien decida por nosotros. El tema es difícil de abordar porque plantear este riesgo parece ir contracorriente pero quien tiene responsabilidades educativas (gobiernos pero también profesorado, educadores sociales, padres y madres...) no puede obviar esta cuestión. Educar en el uso de las redes seguro que no es sencillo pero es una tarea inaplazable.
No es nada nuevo; muchas voces han advertido sobre esta situación pero lo cierto es que nadie parece hacer nada eficaz para evitarlo; se considera como un imponderable del mundo actual. No somos conscientes de que estamos dando información para que alguien decida por nosotros. El tema es difícil de abordar porque plantear este riesgo parece ir contracorriente pero quien tiene responsabilidades educativas (gobiernos pero también profesorado, educadores sociales, padres y madres...) no puede obviar esta cuestión. Educar en el uso de las redes seguro que no es sencillo pero es una tarea inaplazable.
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