La Fundación Jaume Bofill, que periódicamente proporciona interesantes
diagnósticos sobre la situación de la escuela, ha presentado los resultados de
una encuesta a familias de niños y jóvenes escolarizados en Cataluña, según la
cual el sistema educativo recibe un 5,8 de valoración sobre 10 y la escuela un 6,7. Son
datos que contradicen una sensación negativa extendida en determinados ámbitos
y que, si se comparan con una encuesta realizada hace poco a los docentes, ponen
de manifiesto que padres y maestros comparten una apuesta por la innovación y
por una visión integral de la escuela: se valoran la
motivación para aprender, la creatividad, el espíritu crítico, saber convivir y
los hábitos de trabajo y de esfuerzo. Especialmente
los padres que tienen estudios superiores dan menos importancia a la estricta
preparación académica que a la creatividad y al espíritu crítico; en
cambio, en las familias con menos formación la valoración es inversa.
Los datos aportados por el estudio son interesantes porque ponen en duda algunos tópicos que últimamente se oyen mucho sobre la calidad de la escuela. Quedémonos con dos de estos datos. La primera: el 66% de las familias dicen que la educación que reciben sus hijos es buena o muy buena pero sólo opinan así el 35,2% cuando los hijos "van mal en la escuela". En este caso, se critica que no hay atención personalizada ni buen acompañamiento, así como la metodología y la exigencia. La segunda: las valoraciones bajan desde la etapa de infantil a la de primaria y aún más en la secundaria. Datos interesantes, algunas novedosas; otros, no tanto.