Hace tiempo, leí a Hans Joachim Störig, (Historia universal de la Filosofía, Tecnos, p.
783) que escribía: "En el pasado, muy
raramente se ha discutido desde un punto de vista ético la posición de los
animales en la Creación, al menos en Europa". En la
época de la ilustración, Jeremy Bentham comparaba el destino de los animales
con el de los esclavos negros y, en el siglo XIX, después de muchos debates,
Inglaterra aprobó las primeras leyes de protección de animales.
Para Störig ""el modo
en que nos alimentamos, los métodos de criar animales, matarlos o cazarlos y
pescarlos, de experimentar con ellos, utilizarlos para entretenimiento o
espectáculo, no es algo ajeno a la moral, sino que está sometido a su juicio
(...). Si se acepta el principio de que los animales no carecen por completo de
derechos morales ni pueden ser descuidados, surgen pronto graves exigencias
para con el propio comportamiento" (obra citada, p. 786-787). Aunque en
ocasiones se producen decisiones sobre este tema que parecen obedecer a
intereses diversos, lo cierto es que en el trasfondo la cuestión tiene entidad.
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