Las
causas del fracaso escolar son múltiples. Antes de la crisis actual, se
explicaba que mucho alumnado que no encontraba suficiente satisfacción en la
institución escolar, optaba –así que la edad se lo permitía- por ponerse a
trabajar, abandonando los estudios. La retribución inmediata que le
proporcionaba el trabajo era mucho más gratificante que la escuela. Ahora las
cosas han cambiado porque no es fácil encontrar empleo, pero ello no significa
que la opción de prolongar los estudios esté motivando suficientemente a los
mayores de 16 años.
Actualmente
encontramos estudiantes cada vez más formados (hoy en día, cursar uno o más
masters después de la formación de grado se ha convertido en casi una
necesidad) pero, a la vez, se palpa en el ambiente cierto desánimo: los
estudios y los títulos ya no parecen garantizar una opción de futuro. Como mal
menor, habrá que ir a buscar posibilidades en otros países. En ocasiones, da la
sensación de que algunos estudiantes están en el sistema educativo porque no
tienen otra opción mejor, un poco por inercia. El otro día comentaba con una
profesora que puedes encontrarte estudiantes que no se presenten a un examen o
a una actividad importante del curso porque aquel día están trabajando y no
quieren arriesgarse a perder el empleo. Antes, probablemente les habrías dicho:
tienes que tomar una opción. Pero tal como están las cosas, quizás tendremos
que hacer algunos replanteamientos sobre la manera de enseñar.