Ya está, ya la
tenemos: una nueva ley de educación, y van... Además, aprobada casi contra todo
el mundo (los gobiernos de Catalunya, el País Vasco y Andalucía parece ser que
irán al Tribunal Constitucional). Y, lo peor de todo: se ha aprobado una ley
centralista, segregadora y que parece decantarse más por favorecer la enseñanza
ptivada en lugar de la pública.
Se ha dicho y se ha repetido: lo que dicta la ley supone un retroceso importante para nuestro sistema educativo, un retroceso de muchos años. Y nadie debe engañarse: si el ministro Wert se ha salido con la suya es porque la ideología en que se fundamenta la nueva ley es la misma que sustenta otras decisiones del gobierno, en ámbitos como la sanidad o el de los derechos democráticos básicos, por ejemplo. La política educativa es esencial en estos planteamientos ideológicos de regusto tan rancio. Es muy preocupante.
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