(Fragmento
de la editorial que aparecerá en el próximo número de la revista Aula de Secundaria)
Termina
otro curso escolar, un curso lleno de dificultades en el contexto de una grave
crisis social, económica y política. Una vez terminadas las clases, disponemos
de algo que suele ser escaso cuando estamos inmersos en la vorágine de los días
lectivos: tiempo, más o menos sosegado, para analizar y reflexionar sobre lo
que ha sucedido a lo largo del año escolar. En definitiva, tiempo para hacer
una evaluación del curso.
Aunque
hay quien parece empeñado en convertir la evaluación en una carrera de
obstáculos y en un sistema de medición para controlar la situación, éste es un concepto restrictivo. Un concepto
que, por otra parte, se impone fácilmente en el ideario social, con lo que se
cae en el riesgo de estar enseñando a
nuestro alumnado que hay que estudiar para aprobar (olvidando que
estudiar sirve para aprender) o en el riesgo de condicionar nuestra docencia a
pruebas estandarizadas que nos llegan de fuera, quizás olvidando que la
evaluación podría ser otra cosa muy distinta.
Evaluar
es fundamental para ayudar al alumnado en su proceso de aprendizaje y lo es
también para mejorar nuestra docencia pero no toda evaluación conlleva ni lo
uno ni lo otro.
Este
concepto de evaluación no es fácil de integrar en la práctica diaria y el
contexto no parece favorecerlo pero el equipo docente de un centro puede
avanzar en esta línea. Para ello se
requiere disponer de espacios y tiempos para hablar, poner en común puntos de
vista, reflexionar colectivamente, formarnos de manera continuada y avanzar,
paso a paso, en consensos... probablemente en pequeños consensos pero cada
acuerdo nos da impulso y nos permite mejorar.
Ahora,
al final de curso, podemos disponer de estos espacios y tiempos. Las cosas no
son blancas ni negras sino que están llenas de matices. Es por ello que es
importante compartir lenguajes y criterios y, siendo posibilistas, ver como
compaginamos -en esta gama de matices- las
exigencias externas con el modelo de sociedad, de persona y de aprendizaje que
enmarca nuestra acción profesional. Las vacaciones, aunque probablemente muy
merecidas, son suficientemente largas como para que podamos dedicar unas horas
a pensar y poner en común nuestras visones y experiencias. Es probable que, de
cara a septiembre, nos resulte gratificante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario