El pasado 16 de abril la Agencia para la calidad del
sistema universitario de Catalunya (AQU) organizó una Jornada para reflexionar
sobre el funcionamiento y el impacto de los manuales de evaluación docente en
las universidades catalanas. Vicerrectores, responsables académicos,
estudiantes y los miembros de la comisión de AQU para este tema (yo asistí con
este rol) estuvimos tratando de una cuestión que, desde mi punto de vista, es
importante: la evaluación de la actividad docente del profesorado.
En la reunión se plantearon cuestiones diversas y se
presentaron experiencias interesantes. Entre otras, hubo dos cuestiones que
afloraron repetidamente durante la Jornada: la necesidad de valorar la calidad
docente y su evaluación dándole un valor similar al de la calidad y la
evaluación de la investigación, y el hecho de que más del 95% del profesorado
que se presenta a esta evaluación la supere pero también el hecho de que hay
más de un 25% que no se presenta.
Desde que este proceso empezó en las universidades
públicas de Catalunya se ha avanzado mucho... mucho, y lo puedo afirmar porque
recuerdo (como Vicerrector de docencia de la Universidad de Barcelona que era
en aquel momento), como de costoso fue este proceso y las protestas que
levantó.
Hoy en día, en las universidades catalanas la evaluación
de la docencia se ha convertido en una práctica habitual (las privadas están
iniciando el proceso) y, precisamente por esto y por la experiencia acumulada,
este puede ser un buen momento para dar un paso adelante. El contexto no
favorece ni esto ni nada, pero me parece que estamos en el buen camino. Hay
cosas a mejorar, pero hay que profundizar en la línea iniciada ya hace unos
años.
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