martes, 30 de junio de 2015

EVALUACIÓN E INTERNET

Reproduzco la editorial que he enviado para el número de este verano de la revista Aula de Secundaria:





El debate sobre el papel de las tecnologías digitales y de Internet en la educación está permanentemente abierto. No menos permanente es el debate sobre cómo, cuándo y qué evaluar. Recientemente han aparecido algunos artículos y se han difundido experiencias que relacionan las dos cuestiones. Se trata de abordar la posible confluencia de dos temas clave, por su incidencia social el primero y por su relevancia en la dirección y las priorizaciones a la hora de estudiar, el segundo.

¿Deben los estudiantes poder acceder a Internet en los exámenes y otras evidencias de evaluación? La polémica está servida. Por un lado, se habla de que lo importante hoy en día es la comprensión y no la acumulación de datos en la memoria; de que la manera de evaluar tiene que adaptarse a lo que es importante evaluar y a los recursos socialmente predominantes, para evitar que la evaluación se convierta en algo desligado de la realidad. A menudo, no se evalúa realmente lo que debería ser prioritario para desenvolverse adecuadamente en el mundo actual. La trepidante acumulación de conocimiento y los cambios constantes y acelerados del conjunto de componentes que constituyen las sociedades pone en duda cuáles son los conocimientos necesarios a adquirir por los estudiantes, más allá de aprender a aprender de manera continuada.

Por otro lado, a menudo surgen voces críticas con el papel que está adquiriendo la tecnología digital en nuestras vidas, con su riesgo de deshumanización. Internet está lleno de posibilidades pero ha producido cambios en la manera de acceder al conocimiento que han puesto en jaque uno de los requisitos más importantes para aprender: la capacidad de atención prolongada y, a la vez, abierta y reflexiva. Para interpretar y posicionarse críticamente ante la realidad, se requiere disponer de fundamentos y pensamientos profundos, así como de una disposición a la implicación y al esfuerzo que supone aprender. No podemos entender la vida sólo como una base de datos ni aceptar que la red puede sustituir al pensamiento humano (ni a las relaciones sociales, por otra parte). La memoria comprensiva, asimismo, es un componente imprescindible para el aprendizaje significativo.

Ante estas dos perspectivas extremas, evidentemente pueden existir alternativas que intenten compaginar una evaluación coherente con lo que hoy en día debería importar en la educación y con una visión de institución escolar no aislada del entorno social y, a la vez, una evaluación preocupada por el papel activo y reflexivo del estudiante y por la necesidad de un pensamiento profundo.

La alternativa, en la práctica, no es sencilla, aunque existen interesantes experiencias que pueden ilustrarnos. En todo caso, tanto el uso de la tecnología digital como el enfoque de la evaluación deberían estar íntimamente ligados a una definición de intenciones formativas que realmente fuera el resultado de una profunda y colectiva reflexión sobre lo que debe ser prioritario enseñar en el contexto actual. Sin duda que, en esta reflexión, se hace necesario plantearse la necesidad de ayudar al estudiante a desarrollar su capacidad de autonomía en el propio proceso de aprendizaje y su capacidad de implicarse en el reto de contribuir a mejorar la sociedad.

La evaluación suele preocuparnos mucho, por razones diversas, y aún más si cabe cuando, a finales de curso, los docentes nos encontramos ante la necesidad de acreditar, que debería ser sólo una de las funciones de la evaluación, por cierto. Cuestiones tan complejas y tan sensibles como la que hemos abordado aquí no pueden obviarse si nos preocupa el aprendizaje de los estudiantes. Cuando terminamos las clases y antes de empezar con la vorágine de un nuevo curso, quizás sea un buen momento para abordarlas con reflexiones serenas pero, a la vez, con el imperativo de no quedarnos anclados en lo que hemos venido haciendo, sólo por el hecho de que lo hemos venido haciendo así.

martes, 23 de junio de 2015

ESTOS DÍAS TOCA EVALUAR



Ya hemos llegado a aquellos días en que el comentario más oído entre el profesorado universitario con quien me encuentro en el departamento es: ¡tengo un montón de trabajos para corregir! Aunque hagas evaluación continuada, las evidencias al final de la secuencia educativa son muy importantes para poder hacer un juicio de valor sobre el grado de aprendizaje del estudiante. Comparto con muchos compañeros y compañeras la sensación de que estas correcciones son de las tareas menos gratificantes que tenemos los y las docentes. Supongo que es por la cantidad de trabajos a revisar pero también por la sensación de que -a diferencia de la evaluación formativa y formadora a lo largo del curso- esta evaluación acreditativa ayuda poco al proceso de aprendizaje del estudiante. Se certifican unos resultados y poco más.

De todos modos, no creo que esta situación pueda mejorar mucho si realmente nos creemos que el aprendizaje es un proceso, que hay que ir recorriéndolo paso a paso, llegando a metas sucesivas y que este aprendizaje se muestra con evidencias de evaluación, durante el proceso y cuando éste llega a una de sus metas. Y, por supuesto, todo esto se debe combinar con nuestra responsabilidad de certificar el aprendizaje realizado. Podríamos hacer exámenes tipo test pero no es eso compañeros, no es eso.
Bueno, no me alargo más que todavía tengo un montón de trabajos para revisar.

lunes, 15 de junio de 2015

¿UNA NUEVA UNIVERSIDAD?



No suelo reproducir textos largos (o relativamente largos) en este blog pero el compañero con el cual compartimos despacho en la Universidad, me ha hecho llegar un artículo, publicado hace ya más de un año, que me parece una visión lúcida sobre parte de lo que está sucediendo en la educación superior. Los nuevos derroteros por donde se la quiere ir encaminando suponen obviar rasgos esenciales que han caracterizado a la Universidad para convertirla en algo distinto y en este camino podemos perder muchas coses. La educación superior necesita innovación y mejora pero una y otra pueden orientarse de maneras muy distintas, según los intereses que estén detrás. El artículo aborda algunas cuestiones centrales de este proceso.  


http://elpais.com/elpais/2014/03/25/opinion/1395742979_031566.html

martes, 9 de junio de 2015

LA HORA DE LA EVALUACIÓN



En el último número de la revista Aula de Secundaria (nº 13, mayo-junio 2015, pp. 20-25) se publica una entrevista a Stephan Ball que lleva por título “Educar o medir”.  Ahora que se acerca el final de curso, cuando más preocupados estamos profesores y profesoras por la necesidad imperiosa de calificar al alumnado, mediante una evaluación acreditativa que siempre resulta altamente compleja y que no siempre es fácil relacionar coherentemente con la evaluación continuada, quiero recoger un par de comentarios de Ball. La primera se refiere directamente a la evaluación y a la calificación y, quizás, resulte sorprendente para aquellos que tanto criticaron aquella época en que no se ponían notas en primaria y sólo se indicaba si el alumno progresaba o necesitaba mejorar:

"... la mayor parte de los países escandinavos no ponen notas a los niños y niñas hasta que no tienen 15 años. Pueden escribir notas en sus trabajos, comentarles en qué pueden mejorarlos; pero no ponen notas porque no creen que sea realmente útil ni sirva tampoco para motivarlos, sino todo lo contrario: las malas notas afectan a la autoestima (...) Hay que hacer una evaluación del progreso educativo, sin un objetivo extrínseco" (pág. 23).

Es interesante. Aquí, como es conocido, el ministro español de educación ha optado por algo totalmente opuesto.

Ball también manifiesta una opinión –no es el primero que la sustenta- que se refiere a un proceso que me parece muy preocupante:

"Creo que los maestros son intelectuales públicos muy importantes (..) De forma creciente, no obstante, se les está convirtiendo en técnicos que aplican programas y pedagogías prescritas por otros" (pág. 23).

Da para pensar.

martes, 2 de junio de 2015

ELEVADO RIESGO DE POBREZA



El mensaje de la recuperación económica está en el orden del día. Es probable que estemos en el inicio de un cambio de tendencia pero lo cierto es que la Encuesta de Condiciones de Vida, que acaba de hacer pública el Instituto Nacional de Estadística (INE), pone de manifiesto que durante 2013 la población en riesgo de pobreza aumentó, y lo hizo de manera especial en los menores de 16 años. Son datos de 2013 pero son preocupantes: según este estudio, un 22,2% de la población española se encontraba en riesgo de pobreza, un 1,8% más que en el año anterior. En el caso de los menores de 16 años, el porcentaje es de un 30,1%, un porcentaje muy elevado y, además, un 3,4% superior al del año anterior. 

Las estadísticas sólo reflejan parte de la realidad pero hay datos incontestables: los datos son muy preocupante en el caso de los menores. No es admisible que quién tiene responsabilidades de gobierno no priorice el gasto social para mejorar estas situaciones. Probablemente, los recientes resultados electorales se expliquen, en gran parte, por este tipo de hechos. Éste es un tema de modelo de sociedad, actual y de cara al futuro. Desde las escuelas se prepara también para el futuro de la sociedad y de cada uno de los alumnos y esto, probablemente, hace al profesorado especialmente sensible ante situaciones como estas. Algunas escuelas las viven a diario.